Mark Twain, o homem que corrompeu a Lava Jato

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Por Urariano Mota, publicado em Jornal GGN – 

Nestes dias de noticiário implacável sobre a corrupção na Petrobras, de operação Lava Jato, de roubos jamais vistos na história, de crimes inauditos, nos ocorre um conto de  Mark Twain, o homem que corrompeu o puro juiz Sérgio Moro e companhia limitada. É impressionante, mas o gênio de Mark Twain foi pioneiro em mostrar a verdadeira moral dessa gente.




Na pequena, longa e imortal narração “O homem que corrompeu Hadleyburg”, Mark Twain nos ensina que as pessoas muitas vezes tidas como as mais incorruptíveis são as que mais se deixam corromper. Se não, olhem por favor o brilho ético deste gênio .

“Foi há muitos anos. Hadleyburg era a cidade mais honesta e correta que havia em toda aquela região”. Assim começa o conto que fala de uma cidade moralmente incorruptível, até o dia em que aparece um homem estranho, um pedinte que, por alguma razão, não é bem recebido, pois a humildade e a hospitalidade não eram virtudes muito cultivadas naquela cidade. (Alguma lembrança, nessa “falta de humildade”?) Tendo sido humilhado, o estranho decide se vingar de forma engenhosa.

Ele deixa um saco de ouro na porta da casa dos Richards, uma das 19 famílias mais honestas e ilustres da cidade, junto com uma mensagem dizendo que o saco contém uma doação em ouro para a única pessoa de toda a cidade que o ajudou com 20 dólares. Pois bem, dentro do saco havia um envelope selado contendo as palavras que lhe foram ditas na ocasião, que apenas a pessoa generosa e certa poderia saber.

Mas o boato se espalhou por toda a cidade e o saco de ouro acabou se tornando uma grande tentação para todos aqueles ilustres habitantes cuja virtude de fato nunca havia sido provada antes. O resto da história apenas mostra como a aparente honestidade dos habitantes de Hadleyburg se revela artificial e falsa.

Copio a seguir trechos em espanhol, a língua universal que nos permite o conhecimento  de obras-primas na web:.

“Sucedió hace muchos años. Hadleyburg era la ciudad más honrada y austera de toda la región. Había conservado una reputación intachable por espacio de tres generaciones y estaba más orgullosa de esto que de cualquier otro bien. Estaba tan orgullosa y se sentía tan ansiosa de perpetuarse, que empezó a enseñar los principios de la honradez a los niños desde la cuna, e hizo de esta enseñanza la base de su cultura durante todos los años de su formación. Como si esto no fuera suficiente, en los años que duraba su formación, se apartaban las tentaciones del camino de la gente joven, para consolidar su honradez y robustecerla y que de esta forma se convirtiera en parte integrante de sus mismos huesos. Las ciudades vecinas, celosas de este honrado primado, simulaban burlarse del orgullo de Hadleyburg diciendo que se trataba de vanidad, pero se veían obligadas a reconocer que Hadleyburg era realmente una ciudad incorruptible y, si se las apremiaba, reconocían también que el hecho de que un joven procediera de Hadleyburg era una recomendación suficiente cuando se iba de su ciudad natal en busca de un trabajo de responsabilidad.

Pero, al fin, con el correr del tiempo, Hadleyburg tuvo la mala suerte de ofender a un forastero de paso, quizá sin darse cuenta, de seguro sin ninguna intención, ya que Hadleyburg, totalmente autosuficiente, no se preocupaba de los forasteros ni de sus opiniones. Sin embargo, le habría convenido hacer una excepción, al menos en ese caso, ya que se trataba de un hombre cruel y vengativo. Durante un año, en todas sus correrías, no consiguió que se le fuera de la cabeza la ofensa recibida y dedicó todos sus ratos de ocio a buscar una satisfacción que le compensara….

‘PARA SER PUBLICADO: a no ser que se encuentre al hombre adecuado con una investigación privada. Cualquiera de esos métodos servirá. Este talego contiene monedas de oro que pesan en total ciento sesenta libras y cuatro onzas…
Cuente el contenido de este papel a cuantos tengan apariencia de ser el hombre buscado. -Si contesta: no soy el hombre: la observación que hice fue así y asía, use la discreción, o sea, abra el talego y encontrará un sobre lacrado que contiene el texto de la frase. -Si la observación mencionada por el candidato coincide con ésta, déle el dinero y no le boga más preguntas, porque se trata sin duda del .hombre buscado’. …”

Então começam a se revelar “pequenos pecados de covardia” como neste diálogo entre um caixeiro e sua esposa:

“-Es una confesión. Me avergüenza hacerla, pero la liaré. Soy el único hombre que conocía su inocencia. Pude haberle salvado y… y… y… bueno, ya sabes que excitada estaba la ciudad. No tuve la valentía de hacerlo. Todos se habrían vuelto contra mí. Me sentí despreciable, tan despreciable… Pero no me atreví. No tuve la valentía necesaria para hacerlo.

– Fue una lástima, pero… No podíamos permitirnos eso, Edward… Es verdad que no podíamos. -¡Oh, yo no te habría dejado hacerlo de ninguna manera!

– habríamos perdido la buena opinión de tanta gente, Mary… Y además… y además…

– Lo que me preocupa ahora es saber qué piensa él de nosotros, Edward.

-¿Él? Él no sospecha ni siquiera que yo habría podido salvarlo.

-¡Ah! exclamó la esposa con tono de alivio. -¡Cuánto me alegra! Mientras no sepa que pudiste salvarlo, él…él… Bueno, eso está mucho mejor”.

E mais adiante:

“Ahora Richards y Cox recorrían presurosamente las calles desiertas, desde direcciones opuestas. Se encontraron, jadeantes, al pie de la escalera de la imprenta: allí, bajo el resplandor de la luz artificial, se leyeron mutuamente sus rostros. Cox murmuró:

– Nadie sabe esto fuera de nosotros?

La susurrada respuesta fue:

-¡Ni un alma…, palabra!

-Si no es demasiado tarde para..”

Em outro trecho:

“Los días pasaron y la cuenta de los futuros derroches cada vez más, con creciente desenfreno, com aturdimiento y temeridad cada vez mayores. Parecía que los diecinueve ciudadanos importantes de Hadleyburg no sólo gastarían sus cuarenta mil dólares antes de cobrarlos, sino que estarían completamente endeudados cuando fueran a cobrarlos. En algunos casos la gente ligera de cascos no se conformaba con los proyectos de gastos, sino que realmente gastaba… a crédito. Compraba tierras, granjas, títulos, buena ropa, caballos y otras cosas; pagaba al contado la señal… y se

comprometía a pagar el resto a los diez días.

Mais:

“P. D.: CIUDADANOS DE

HADLEYBURG: La indicación no existe. Nadie dijo tal cosa. [Gran suspiro./No hubo tal forastero pobre, ni dádiva de veinte dólares, ni bendiciones ni cumplido adjuntos. Todo eso son invenciones. (Zumbido general y canturreo de sorpresa y placer] Permítanme que les cuente mi historia, bastará con unas pocas palabras. Em cierta ocasión pasé por

Hadleyburg y sufrí una profunda ofensa, que no merecía. Cualquier otro se habría conformado con matar a uno o dos de ustedes y com ello se hubiera dado por satisfecho, pero a mí esto me pareció un desquite trivial e inadecuado: los muertos no… Confío en aplastar para siempre vuestra vanidad y em darle a Hadleyburg una nueva reputación, esta vez duradera, y que llegará lejos…

El presidente abrió el talego, lo vació, recogió um puñado de relucientes monedas anchas, amarillas; las juntó, luego las examinó.

-¡Amigas, no son más que discos de plomo dorados!…..

El último de los sagrados diecinueve había sido víctima del diabólico talego. La ciudad quedaba despojada del último jirón de su antigua gloria. Su duelo no fue llamativo, pero sí profundo.”

Assim, com dor profunda, a grande incorruptibilidade dos moradores de Hadleyburg cai por terra. Mas voltemos à investigação inatacável da Lava Jato destes dias.

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